domingo, 13 de diciembre de 2015

Hacerse la tonta para no pasarse de lista: la inteligencia amordazada.



"El ser reconocido como inteligente o serlo de alguien con talento puede acarrear problemas sociales para las chicas. Por miedo a la desaprobación de sus propias amistades, las chicas muy inteligentes, pueden de manera intencionada, disminuir su propia capacidad. En otras palabras, estas chicas ”se hacen las tontas”. Los padres pueden también estar mandándoles mensajes negativos sobre cómo deben de actuar las chicas, sobre lo educadas que deberían ser, sobre cómo deben de vestirse, sobre con qué frecuencia y en qué tipo de situaciones deberían incluso de hablar o de no hacerlo.(...) la preocupación sobre los errores, lo percibido de las expectativas de los padres y de la crítica de los mismos, eran los factores a destacar en las chicas jóvenes superdotadas con un perfeccionismo insalubre/disfuncional. Poseen una fijación sobre el cometer fallos, lo cual da como resultado altos grados de ansiedad.

En un estudio cualitativo reciente sobre cinco adolescentes superdotadas, ninguna atribuía su propio éxito académico, a la posibilidad de que la causa se debiese a su extraordinaria capacidad. (Callahan, Cunningham, & Plucker, 1994). Otros estudios recientes han indicado que a pesar de la existencia de ”la modestia femenina”, algunas chicas superdotadas, admitieron sus capacidades, después de admitir que tenían miedo, por lo que les deparaba el futuro."


Leyendo el texto del que extraigo los párrafos previos  siento una identificación total con la problemática que describe;si yo, con una inteligencia sobre la media, sé de sobra lo que es tener que hacerte la tonta, o rebajar el nivel del discurso para que no te acusen de "ir de lista", puedo suponer lo que ha de ser para las que son inteligentes muy por encima de la media). Cuando además de inteligente, una mujer es crítica, afirmativa de su posición y criterio, emancipada y atractiva, la neurosis está garantizada. 



¿Qué mujer no ha sentido esto alguna vez? ¿Por qué la represión constante de nuestras capacidades es la dinámica necesaria para evitar hostilidades del entorno? A los hombres no les sucede, a muchos, de hecho, les encanta escucharse a sí mismos aunque no tengan nada que decir, y son escuchados con respeto y admiración por sus pares, cuando no con sumisión al macho Alfa; pero cuando es una mujer la que destaca por inteligencia y carácter, es automáticamente percibida como prepotente y recibe actitudes defensivas, cuando no abiertamente ofensivas y hostiles.

La campaña ban bossyque pretende alertar sobre las consecuencias negativas de los estereotipos que inhibien el liderazgo en niñas y mujeres, mientras incentiva el de niños y hombres, puede hacerse extensiva a otras capacidades que se perciben de modo distinto cuando son performadas por hombres o mujeres como la inteligencia, la firmeza, la asertividad o la claridad de objetivos.  Listilla versus inteligente, borde o histérica vs firme, agresiva vs fuerte, ambiciosa vs enfocado, son la doble visión de los atributos desde una perspectiva machista y androcéntrica de los géneros.



Por citar solo unos ejemplos, recuerdo a mi padre confesándome en mis tempranos veinte años que se sentía en una especie de rivalidad constante conmigo, y que eso le incomodaba; recuerdo a un tío mío a mis treinta años disculpándose conmigo después de haber sido ofensivo, reconociendo que mi inteligencia le hacía sentirse amenazado; recuerdo a algunos novios de hace mil años que me acusaban de hacerles sentir desafiados; mujeres de mi familia diciendo "te crees muy lista solo porque sabes expresarte bien" o a chicas del colegio acusándome de "pensar demasiado". A amigos diciéndome que siendo atractiva, inteligente y sabiendo lo que quiero siempre tendré problemas con los hombres, porque eso no gusta. A parejas sexuales que me reprochan "darles un máster" cuando me expreso en una simple conversación, si es que sostengo un punto de vista que les incomoda y lo sé defender. A jefes pidiéndome que "me limite a hacer lo que se me pide", elogiando mi atractivo y ninguneando mi inteligencia (como anécdota llevo a fuego la ocasión en que como intérprete entre directivos de dos compañías jamás se me reconoció mi buena labor, pero se me pidió llevar faldas a las comidas y cenas de negocios con clientes). Siento que yo "sólo hablo" cuando tantos me perciben como "una listilla". Y reviso el tono, reviso las formas, rebajo el discurso, o no sigo profundizando, o no entro en matices, o me callo. Me hago la tonta para que nadie se sienta incomodado, para no sentirme incómoda yo. Y mientras tanto, cualquier tío toma la palabra y dice lo que quiere sin que nadie lo cuestione.


Algunas mujeres solo nos sentimos plenamente libres en un entorno feminista, porque entre nosotras intercambiamos visiones y saberes de igual a igual y con respeto mutuo, sin etiquetarnos como "listillas" o "prepotentes" (no es que no haya prepotentes entre las feministas, es que no asignamos prepotencia a cualquiera que se exprese con claridad de ideas) y eso debería preocuparnos a todos y a todas; a las mujeres, evidentemente, por la represión/inhibición de capacidades con la que frecuentemente vivimos, si no queremos ir "haciendo amigos" a cada paso (y con ello pagamos neurosis por la escisión vital entre lo que se es, lo que se puede ser, lo que auto-boicoteamos, lo que se logra, lo que se muestra) y a los hombres porque, por dignidad al menos, no debería agradarles saber que se miden con compañeras que rebajan su capacidad por no ofender sus egos. Aunque solo fuera precisamente por ego, debería gustarles medirse con una igual, no con una que inhibe su capacidad, como con un niño pequeño al que se deja ganar para evitar una rabieta.
Nos empoderamos porque antes nos desempoderaron, nos hicieron creer que éramos menos de lo que éramos, o que debíamos aparentar ser menos de lo que éramos, si queríamos vivir en relativa paz. Y vivimos durante toda nuestra edad adulta la reconstrucción de nuestras capacidades mutiladas, de nuestro autoconcepto roto o fragmentado, de nuestra identidad escindida, construyendo al tiempo una persona que conjugue capacidades que nos permitan avanzar, con modestias que nos protejan. Vivimos, en palabras de Marcela Lagarde, en cautiverios sincretismos que, en en demasiadas ocasiones dificultan nuestro desarrollo y salud mental y emocional.

Nosotras los comprendimos hace tiempo, y desde el feminismo tratamos de afirmarnos para que las mujeres dejemos de ser el recurso más infrautilizado, por parafrasear a una mujer nada sospechosa de feminazi, Hilary Clinton, aunque prefiero citar a otra mujer con la que me identifico más: 



Esta relación de igual a igual ha de llegar a toda la sociedad porque la enriquece como conjunto, y la legitima como "democrática" (sin entrar en matices o cuestionamientos sobre el concepto, que ocuparían un espacio que prefiero acotar) cuanto menos desigual y asimétrica sea. La revolución será feminista, o no será.



No hay comentarios:

Publicar un comentario